A pocos días de Halloween, muchos (o algunos), nos invade la emoción y los recuerdos de niño. El disfrazarce -no de calavera, ni de zombie, ni de mutante-, porque a los papás siempre les ha dado desconfianza y prefirieron vestirnos de ositos, supermanes, hombres araña, hada madrinas y un sinnúmero de seres fantasiosos producto de Hollywood o Disney -que por momentos son terroríficos y escalofriantes, pero de pena-. Pocas veces recuerdo haber habierto la puerta a brujas, hechiceros, asesinos en serie, por mencionar algunos. Poquisimas. Yo me disfrazaba -mejor dicho, me disfrazaban- de el hombre araña. Ven?, tipo nada peligroso, buena persona, que ayuda a los demás... Y ahi iba uno tocando puertas y coreando "halowin halowin dulces o dinero", y lo triste era regresar con un puñado de dulces rancios, mordisqueados, mielosos, pero aún así uno era feliz, feliz, feliz. Tengo años de no ver niños por la calle cada 31 de octubre, y los pocos que he visto -disfrazados del hombre araña, por cierto-, parecen no estar muy convencidos de lo que está sucediendo. Yo espero nomás disfrutarme los especiales de Halloween de los simpsons, una que otra peliculilla de susto y ver si cacho por ahí uno que otro dulce -aunque tenga en el envoltorio la marca de algún banco o tarjeta de crédito-
Seguiremos hablando de ésto pronto.
Seguiremos hablando de ésto pronto.
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