He estado fascinado con la música y la mística de La Maldita Vecindad y Los hijos del 5to patio, desde hace muchisimos años. Vaya nombre. Y qué nombre!!!. Cuando era niño, a pocas casas de la mía había un palomar. Hay palacios, mansiones, hoteles, casas de huespedes, casas, cuartos y por supuesto palomares. En estos sitios hay de todo, menos palomas. Estos refugios malditos, cuentan en su mayoría con un corredor central y a uno y otro lado estan los cuartos que lucen cortinas transparentes de colores rosa, blanco y celeste. El palomar que yo conocí (en realidad, había dos en la misma cuadra), era un laberinto de habitaciónes. Ropa colgada por todos lados. Una radio sonando rancheras, cumbias y si tenía suerte, mambos. Varios perros callejeros. Niños con el moco colgando. Borrachines. Había de todo, y todo era sano. Había no uno, ni dos, sino tres patios. Quinto patio ni pensarlo, debería ser muy exclusivo. En suma, la música de La Maldita es un reflejo puro de esta cultura que no es nuestra, pero que de alguna forma nos identifica, porque acá los pachucos tienen otro nombre.
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