viernes, marzo 21



"La mayor parte de las culturas muestran una particular configuración o estilo. Un valor singular, patrón o modo de percibir el mundo pone su sello en diversas instituciones de la sociedad. Ejemplos de ello son el “machismo” en las culturas de influencia hispánica, la importancia de la “fachada” social de cada persona en la cultura japonesa y la “contaminación por las mujeres” en algunas culturas montañesas de Nueva Guinea. En este artículo, Horace Miner demuestra que las “actitudes hacia el cuerpo” tienen una penetrante influencia en muchas instituciones de la sociedad de los Nacirema."


Para dejarles un viaje extenso, acá un estudio realizado por Horace Miner (1912-1993) -antropólogo serio- que jugó con las mentes científicas durante largo tiempo al anunciar su contacto con una de las últimas culturas vírgenes existentes en el mundo. A continuación el artículo en cuestión.


EL RITUAL DEL CUERPO ENTRE LOS NACIREMA

La cultura de los Nacirema se caracteriza por una economía de mercado altamente desarrollada que ha evolucionado en un rico hábitat natural. Mientras una gran parte del tiempo de este pueblo está dedicada a actividades económicas, una gran parte del fruto de estas labores y una gran proporción del día se dedican a la actividad ritual. El foco de esta actividad es el cuerpo humano, cuya apariencia y salud se yergue como una preocupación dominante en el ethos de este pueblo. Si bien esta preocupación no es ciertamente inusual, sus aspectos ceremoniales y la filosofía asociada son únicos.

La creencia fundamental que subyace en todo el sistema es, aparentemente, que el cuerpo humano es feo y tiene una natural tendencia a la debilidad y la enfermedad. Encarcelado en su cuerpo, el hombre tiene como única esperanza la de prevenir esa tendencia a través del uso del ritual y la ceremonia. Cada hogar cuenta con uno o más santuarios o habitaciones sagradas destinadas a tal fin. Los individuos más poderosos de la sociedad disponen de varios de estos santuarios en sus casas y, de hecho, la opulencia de una casa puede medirse por la cantidad de ámbitos rituales conque cuenta. La mayor parte de las casas están construidas con materiales arcillosos, pero las habitaciones sagradas de los más ricos llegan a tener paredes de piedra. Las familias menos pudientes imitan a las ricas aplicando placas de cerámica en las paredes de sus santuarios.

Cada familia cuenta, como mínimo, con una de estas habitaciones sagradas, pero los rituales asociados a estas últimas no son ceremonias familiares sino privadas y secretas de cada individuo. Normalmente, los ritos se discuten con los niños solamente durante su período de iniciación en los misterios. He tenido, sin embargo, oportunidad de establecer una relación de suficiente confianza con los nativos como para poder examinar estos santuarios y escuchar sus descripciones de los rituales.

El punto más importante del santuario es una caja o cofre incrustado en la pared. En este cofre se conservan numerosos amuletos y pociones mágicas, sin las cuales ningún nativo cree poder sobrevivir. Estas preparaciones se obtienen de varios practicantes especializados. Los más poderosos de estos últimos son los curanderos de la tribu cuya asistencia debe retribuirse con sustanciales obsequios. No obstante ello, el curandero no provee en forma directa las pociones curativas a sus clientes; decide sólo sus ingredientes y los especifica en forma escrita en un antiguo y secreto lenguaje. Esta escritura es entendida solamente por el curandero y los herboristas, quienes a cambio de otro obsequio proveen el amuleto o brebaje requerido.

Una vez cumplido su propósito, el amuleto o poción mágica no se desecha sino que se guarda en el cofre de pociones de la habitación sagrada. Como los materiales mágicos son específicos para determinadas enfermedades, y las enfermedades reales o imaginarias de la gente son muchas, el cofre de pociones suele estar repleto de ellos. Los paquetes mágicos son tan numerosos que las personas olvidan su finalidad y temen volver a utilizarlos. Si bien los nativos son muy poco precisos sobre este punto, podemos suponer que la razón para conservar todos estos materiales mágicos obsoletos es que su presencia conjunta en el cofre de pociones, ante el cual realizan los rituales del cuerpo, protege de algún modo a los oficiantes.

Debajo de la caja de pociones hay una pequeña fuente o pila de agua. Cada día, todo miembro de la familia entra en sucesión a la habitación sagrada, inclina su cabeza ante el cofre de amuletos y pociones, mezcla distintos tipos de agua sagrada en la fuente y procede a realizar un breve rito de ablución. Las aguas sagradas se obtienen del Templo del Agua de la comunidad, en el que los sacerdotes realizan elaboradas ceremonias para purificar ritualmente el líquido.

En la jerarquía de los practicantes de magia, y por debajo del curandero en prestigio, existen especialistas cuya designación puede traducirse como “hombres de la boca sagrada”. Los Nacirema tienen un horror casi patológico y una particular fascinación por la boca, cuya condición según se cree tiene influencia sobrenatural en las relaciones sociales. Creen que si no fuera por los rituales de la boca, sus dientes caerían, sus encías sangrarían, sus mandíbulas se retraerían, sus amigos los abandonarían y sus amantes los rechazarían. Creen también que existe una estrecha relación entre las características orales y morales. Por ejemplo, existe una ablución ritual de la boca de los niños que se supone mejora su fibra moral.

El ritual corporal diario desarrollado por cada persona incluye un rito de la boca. No obstante el hecho de que estas personas sean tan puntillosas respecto al cuidado de su boca, este rito incluye una práctica particularmente repulsiva para el extranjero no iniciado. Me han informado que el ritual consiste en introducirse en la boca un montoncito de pelos de cerdo, junto con algunos preparados mágicos, y moverlo en una serie altamente ritualizada de gestos.

Aparte de realizar el rito privado de la boca, la gente consulta al hombre de la boca sagrada una o dos veces al año. Estos practicantes cuentan con un impresionante conjunto de instrumentos, consistente en una variedad de ganchos, leznas, sondas y otras herramientas punzantes. El uso de estos instrumentos en los exorcismos de los males de la boca implica para los devotos someterse a torturas rituales casi increíbles. El hombre de la boca sagrada abre la boca del devoto y, usando los utensilios mencionados, aumenta el tamaño de las cavidades que las caries puedan haber causado en los dientes. Dentro de esas cavidades se colocan preparados mágicos. Si no hay cavidades que se hayan producido naturalmente en los dientes, se quitan grandes secciones de uno o más de éstos de modo de poder aplicar la sustancia sobrenatural. El carácter extremadamente sagrado y tradicional de este rito se hace evidente en el hecho de que los hombres y mujeres vuelven año tras año a ver al hombre de la boca sagrada, aún cuando sus dientes siguen deteriorándose.

Puede esperarse que, cuando se realice un profundo estudio de los Nacirema, se efectúe una cuidadosa investigación sobre la estructura de personalidad de este pueblo. Basta con ver el brillo de los ojos del hombre de la boca sagrada cuando introduce un garfio en un nervio expuesto, para sospechar que está implicada una cierta dosis de sadismo. Si esto pudiera establecerse, emergería una muy interesante pauta, porque la mayoría de la población muestra definidas tendencias sadomasoquistas. A estas se refiere el profesor Linton al describir una parte distintiva del ritual corporal diario efectuado por los hombres. Esta parte del rito incluye rasparse y lacerarse la cara con un instrumento cortante. Sólo en cuatro ocasiones, durante cada mes lunar, se llevan a cabo ritos femeninos especiales. Estos ritos lo que no tienen de frecuente lo tienen de bárbaros. Como parte de esta ceremonia, las mujeres cocinan sus cabezas en pequeños hornos durante una hora. El aspecto teoréticamente interesante es que, el que parece un pueblo predominantemente masoquista, haya desarrollado especialistas en sadismo.

En toda comunidad, cualquiera sea su tamaño, los curanderos tribales tienen un muy impresionante templo, o latipsoh. En éste llevan a cabo las más elaboradas ceremonias que se requieren para tratar a los devotos muy enfermos. Las mismas incluyen no sólo al taumaturgo sino también a un grupo permanente de sacerdotisas, que deambulan silenciosamente por las salas del templo usando vestidos y tocados característicos.

Las ceremonias latipsoh son tan crueles que llama la atención que una buena proporción de los nativos realmente enfermos que ingresan al templo logren recobrarse. Se sabe que los niños pequeños, cuyo adoctrinamiento es aún incompleto, se resisten a que los lleven al templo, porque “allí es donde se va para morir”. No obstante este hecho, los enfermos adultos no sólo suelen estar deseosos sino hasta ansiosos por sobrellevar la prolongada purificación ritual, si pueden hacer frente a sus costos. No importa cuán enfermo esté el suplicante, ni cuán grave sea la emergencia, los guardianes de muchos templos no admitirán al devoto si previamente no entrega un obsequio al custodio. Aún después de haber sobrevivido a las ceremonias, los guardianes no le permitirán al neófito retirarse si antes no les efectúa otro donativo.

El suplicante que ingresa al templo es, ante todo, completamente despojado de sus ropas. En la vida cotidiana, los Nacirema evitan la exposición del cuerpo y de sus funciones naturales. Los actos de bañarse y de excretar se llevan a cabo secretamente en la habitación sagrada, a donde se los ritualiza como parte de los ritos corporales. Al ingresar al latipsoh se produce un verdadero shock psicológico a partir de la súbita pérdida del secreto del cuerpo. Un hombre, que no ha sido visto jamás ni por su propia mujer en el acto de hacer sus necesidades, se encuentra de pronto en plena desnudez y asistido por una doncella vestal mientras realiza sus funciones naturales en un vaso sagrado. Este tipo de tratamiento ceremonial es exigido debido a que las deposiciones son utilizadas por un adivino para establecer el curso y naturaleza de la enfermedad del devoto. Las suplicantes femeninas, por su lado, ven sus cuerpos sometidos a escrutinio, manipulación y punzamientos por parte de los curanderos.

Dentro del templo, son pocos los suplicantes que están lo suficientemente bien como para yacer meramente en sus lechos. Las ceremonias diarias, al igual que los ritos del hombre de la boca sagrada, implican incomodidades y torturas. Cada amanecer, las vestales despiertan con precisión ritual a los devotos que tienen a su cargo, haciéndolos rodar sobre sus lechos de dolor mientras les realizan abluciones, en cuyos movimientos formales están altamente entrenadas. En otros momentos, insertan varillas mágicas en las bocas de los suplicantes o los fuerzan a ingerir sustancias supuestamente curativas. De tiempo en tiempo, el curandero tribal se acerca a los devotos y les clava en sus carnes agujas mágicamente tratadas. El hecho de que estas ceremonias en el templo no curen, y puedan incluso matar al neófito, no disminuye en ninguna medida la fe de la gente en los curanderos.

Queda todavía por mencionar otro tipo de practicante, conocido como le “escuchador”. Este hechicero tiene el poder de exorcizar los demonios que se aposentan en las cabezas de las personas que han sido embrujadas. Los Nacirema creen que los padres hechizan a sus propios hijos. Se sospecha que las madres infringen un tipo de daño sobre sus niños al enseñarles los rituales secretos del cuerpo. La contramagia del hechicero se destaca por su carencia de ritual. El paciente le cuenta simplemente al “escuchador” todos sus problemas y miedos, comenzando por las primeras dificultades que pueda recordar. En estos ritos de exorcismo, los Nacirema despliegan una notable memoria. No es raro que los devotos se lamenten del rechazo que sintieron siendo bebés al ser destetados, e incluso unos pocos individuos sitúan el origen de sus problemas en los efectos traumáticos de su propio nacimiento.

Para concluir, deben mencionarse algunas prácticas que tiene su base en la estética de los nativos, pero que dependen de la tenaz aversión al cuerpo y sus funciones naturales. Hay algunos rituales para hacer adelgazar a los obesos y dietas ceremoniales para engordar a las personas delgadas. Existen incluso otros ritos usados para aumentar el tamaño de los pechos de las mujeres si son pequeños, o disminuirlo si estos son grandes. La insatisfacción generalizada con la forma del pecho es simbolizada por el hecho de que su forma ideal está virtualmente fuera de toda escala humana. Unas pocas mujeres, afectadas por un casi inhumano desarrollo hipermamario, suelen lograr un buen pasar yendo simplemente de aldea en aldea, y permitiendo que los nativos las observen a cambio de un pago.

Se ha hecho ya referencia a que las funciones excretorias son ritualizadas, rutinizadas y relegadas al secreto. Las funciones reproductivas naturales son igualmente distorsionadas. La copulación constituye un tema prohibido y, en tanto acto, es programada. Se realizan esfuerzos por evitar el embarazo a través del uso de materiales mágicos o limitando las relaciones a ciertas fases de la Luna. La concepción es, en la práctica, muy poco frecuente. Al estar embarazadas, las mujeres se visten de modo de ocultar su estado. El parto tiene lugar en secreto, si amigos ni parientes que puedan asistir, y la mayoría de las mujeres no amamantan a sus hijos.

Nuestra revisión de la vida ritual de los Nacirema ha mostrado ciertamente que éstos constituyen un pueblo gobernado por la magia. Es difícil entender cómo han logrado sobrevivir tanto tiempo bajo las cargas que ellos mismos se han impuesto. Pero aun costumbres tan exóticas como estas adquieren su verdadero significado cuando se las ve desde el punto de vista expresado por Malinowski cuando escribía:

“Mirando desde lejos y desde un punto de vista superior, desde los altos sitiales de nuestra desarrollada cultura, es fácil ver toda la crueldad e irrelevancia de la magia. Pero sin el poder y la guía de ésta, el hombre primitivo no podría haber superado sus dificultades prácticas como lo ha hecho, ni podría la humanidad haber avanzado hasta etapas superiores de civilización”.


Como ya lo sospecharon, el artículo es una irónica descripción de los rituales mágicos de los mal llamados Americanos, mejor dicho: norteamericanos, en torno a sus cuerpos. El antropólogo llevó su estudio hasta las últimas consecuencias, haciendo creer a la comunidad científica que realmente existía la cultura Nacirema -que en realidad si existe-, proponiendo que los estadounidenses siempre se preocupan en investigar la vida de todo el mundo y jamás ven hacia su interior: Miner nos muestra la cultura norteamericana como un "pueblo gobernado por la magia".

Nacirema es un anagrama de American, Latipsoh es de hospital. Los Asu mencionados son los habitantes de U.S.A y su Rac sagrado es su car (auto) sagrado.


Horace Miner
Body Ritual Among the Nacirema, publicado originalmente en AMERICAN ANTHROPOLOGIST, N°58, 1956. Traducción: Ricardo Esandi.

2 comentarios:

Unknown dijo...

ME PARECIO ASOMBROSO, EL HECHO DE VER NUESTRA IMAGEN DE ESTA FORMA TAN PECULIAR.
EL HECHO DE ACCEDER A ESTA OBRA FUE POR LA RECOMENDACION DE MI MAESTRA DE ANTROPOLOGIA, Y LLENO MIS ESPECTATIVAS

Calupecas dijo...

Es un buen viaje donde contínuamente uno se desplaza hacia la comunidad y simultáneamente vuelve a ésta realidad que no es para nada ajena a las costumbres de los Nacirema.