martes, octubre 2

VIAJES AL PASADO


LOS CASTIGOS DEL COLEGIO
¿Quién no recuerda los castigos del colegio?... ahhh... como olvidar al profesor de música tomandote por las "patillas¨, esa parte de pelo que da definición a las ojejas y que el buen Elvis (el rey, no el crespo) lucía como el ícono de una generación entera. Ese era un castigo bastante violento. Había otros, por ejemplo el de colocar los cinco dedos de la mano en forma de racimo, esto es, uniéndolos de forma vertical, como saboreando una buena comida. Pues ponías los dedos así, y el profesor te daba con una regla. Como nunca tuve uñas, el casigo era bastante doloroso. Para los más sádicos, estaba también la clásica de mantener los brazos alzados durante todo el período. Otra era colocarse de rodillas con los brazos extendidos y bajo el sol. Clásico de clásicos. Uno sufría, pero se divertía a la vez. Cuando mantenías los brazos extendidos hacia adelante, recuerdo la sencación de adormecimiento que se presentaba a la media hora. No, lo nuestro no eran los reglazos simples. No señor, eso era considerado violento por las autoridades del colegio. Había que ser más creativos, vamos, más sádicos y menos violentos en apariencia. Aparte de ello, los castigos de colegio eran aplicados masivamente. No había exclusiones de ningun tipo, había un sentido de solidaridad inexplicable e inentendible que se trataba de inculcar. En suma, recuerdo con cariño las veces que sufrí bajo el sol del mediodía y el ardor en las orejas, las patillas, las manos y uno que otro moretón, este si, causado por mis juegos a la pelota.

Incrospitud


La palabra nos llegó por herencia y nosotros la heredamos a muchos otros. La tiramos por el mundo y ella, solita, rodó y rodó. Hubo quienes se la apropiaron de tal forma que le cambiaron el significado original y le agregaron derivados extraños y ajenos.

El diccionario de la real academia de la lengua, por supuesto, es incapaz de decirnos qué significa Incróspito, pero aventuro mi propia definición a partir de algunas relaciones lógicas:

Porque incróspitos son los días en que tengo que venir a trabajar e igualmente incróspitos son los libros que leo en el trabajo. Incróspitas las horas en que pienso en los mejores remedios para el aburrimiento y en escribir libros que se vendan por millones. Incróspito vos, que siempre has sido el incróspito del grupo. Incróspito cuando perro muerto se despertaba y se cambiaba de lugar e incróspitos algunos anuncios de jabón ambar.

Incrospitud total, hoy, un día después del día del niño con un vitral de Hundertwasser, el pintor con el nombre más incróspito que puedo recordar en este momento.